Niebla

Y era la hora del anochecer. Y el profeta había llegado a las montañas. Sus pasos lo habían llevado a la niebla, y permanecía en pie entre las rocas y los blancos cipreses, oculto de toda cosa, y habló, y dijo:

¡Oh Niebla! hermana mía, aliento blanco aún no encerrada en ningún molde:

Vuelvo a ti, como aliento blanco y sin voz; como una palabra aún no pronunciada.

¡Oh Niebla! mi alada hermana niebla, ahora estamos juntos y juntos estaremos hasta el segundo día de la vida, cuya aurora te depositará, como gotas de rocío, en un jardín, y a mí, como un recién nacido, en el pecho de una mujer, y lo recordaremos todo.

¡Oh Niebla!, hermana mía, vuelvo a ti como un corazón escuchando en tus profundidades; como tu corazón mismo, deseo inquieto y sin objeto, como tu deseo, pensamiento aún no formulado, como tu pensamiento.

¡Oh Niebla!, hermana mía, primogénita de mi madre, mis manos aún asen las verdes semillas que me ordenaste esparcir, y mis labios están sellados con el canto que me ordenaste cantar; y no te traigo ningún fruto, ni eco alguno, pues mis manos eran ciegas, y mis labios, estériles.

¡Oh Niebla!, hermana mía, mucho amé al mundo, y el; mundo me amó, pues todas mis sonrisas estuvieron en labios del mundo, y todas las lágrimas del mundo estuvieron en mis ojos. Sin embargo, hubo entre nosotros un golfo de silencio, que no pudimos franquear, y que no pude trasponer.

¡Oh Niebla!, hermana mía, inmortal hermana Niebla: canté los viejos cantos a mis hijos, y ellos los escucharon, ‘y hubo una expresión de sorpresa en sus rostros; pero mañana, acaso, olviden el canto. Y aunque no era mío ese canto, descendió a mi corazón, y vivió un momento en mis labios.

¡Oh Niebla!, hermana mía, aunque todo esto ha acaecido, yo estoy en paz. Fue bastante el cantarles a aquellos que ya habían nacido. Y aunque el canto, en verdad no es mío, encierra, no obstante, el más profundo deseo de mi corazón.

¡Oh Niebla!, hermana mía, hermana Niebla, ahora soy uno contigo. No soy ya un ego. Los muros han caído, y las cadenas se han roto; me elevo hasta ti, yo mismo como niebla, y ,juntos flotaremos sobre el mar, hasta el segundo día de la vida, cuando la aurora nos deposite, a ti, como gotas de rocío en un jardín, y a mí, como a un recién nacido, en el pecho de una mujer.

Khalil Gibran

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