Manifiesto por la medicina tradicional y complementaria, el crecimiento y desarrollo personal y la espiritualidad

MANIFIESTO

De un tiempo a esta parte y de modo cada vez más notorio, se está llevando a cabo, por parte de un reducido colectivo de ideología naturófoba e intolerante, una campaña de carácter inquisitorial dirigida a perseguir, calumniar y difamar a todos aquellos que, siendo científicos y médicos, ejerciendo otras profesiones ligadas a la salud o desplegando actividades relacionadas con el crecimiento y desarrollo personal y la espiritualidad, no comulgan con su ideario obtuso, egocéntrico e intransigente.

El modus operandi que utilizan es siempre el mismo: indagar en las redes sociales dónde hay prevista alguna de las charlas, encuentros o cursos de las personas a las que quieren atacar y, a partir de ahí, realizar un envío masivo de mensajes de email a las entidades organizadoras y/o instituciones que ceden el espacio para celebrar las actividades y a los medios de comunicación de la zona, con informaciones manipuladas, maliciosas y difamantes (lo que en inglés se conoce como “fake news”), insultos directos a los afectados (llamándolos sectarios, gurús, brujos y pseudocientíficos) y otros comentarios ofensivos, que también distribuyen por las redes sociales, en orden a amedrentar a los organizadores, evitar que el espacio sea cedido y conseguir que la actividad se suspenda.

La argumentación principal sobre la que gira práctica tan ruin consiste en acusar a los que son objeto de su persecución -sin coherencia ni base científica alguna y apropiándose de la bandera de lo que ellos denominan “Ciencia”- de difundir ideas y propuestas pseudocientíficas y peligrosas para la salud y/o el bienestar social, exigiendo, por ello, que sean silenciados.

Sin embargo, la realidad es muy otra: los acosados y vilipendiados por esta especie de inquisición del siglo XXI son hombres y mujeres respetables y honestos que estudian y divulgan temas y asuntos de interés general relacionados con la salud, en sentido amplio, y el desarrollo personal y consciencial sin atenerse, eso sí, al pensamiento único y a los intereses comerciales y de negocio que otros quieren imponer a toda costa. Y en esta labor de indagación y difusión les amparan los Derechos Fundamentales regulados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea y la Constitución Española, que reconocen para todos la libertad de pensamiento, expresión, opinión, conciencia, religión, reunión, asociación, participación en la vida social y cultural y ejercicio de las artes y las ciencias, así como el derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen.

Obviamente, es radicalmente absurdo y carente de cualquier lógica el reduccionismo de considerar todo aquello que no se puede catalogar de ciencia como pseudociencia y atribuirle un peligro para la salud y el bienestar.

Por ejemplo, el deporte no es una ciencia, pero ello no lo convierte en una pseudociencia y es innegable que la práctica del deporte resulta beneficiosa para la salud, pudiendo la ciencia estudiar los efectos del deporte sobre la salud y el bienestar del ser humano. De la misma manera, aunque el yoga, el reiki y otros tipos de disciplinas no pueden considerarse ciencias, no las convierte esto en pseudociencias, ni evita que la ciencia pueda estudiar sus efectos sobre la salud.

El término correcto que emplea la Organización Mundial de la Salud (OMS) para definir estas y otras intervenciones es el de Medicina tradicional y complementaria (MTC) y no terapias pseudocientíficas, o pseudociencias, como son denominadas equivocadamente y malintencionadamente por estos detractores.

La OMS, en su plan estratégico para el periodo 2014-2023, lejos de excluir las MTC, pretende (cita textual) “facilitar la integración de la MTC en los sistemas de salud mediante su apoyo a los Estados Miembros en el desarrollo de sus propias políticas nacionales para ese sector. Para que “aprovechen la contribución potencial de la MTC a la salud, el bienestar y la atención de salud centrada en las personas, y promuevan la utilización segura y eficaz de la MTC a través de la reglamentación y la investigación, así como mediante la incorporación de productos, profesionales y prácticas en los sistemas de salud, según proceda.” Y de hecho, en la actualidad, muchos hospitales están combinando estas técnicas a los tratamientos convencionales con toda normalidad en todo el mundo y con resultados positivos.

Hasta la fecha, no hay ningún estudio científico que haya demostrado que este tipo de prácticas resulten perniciosas para la salud. Como máximo, puede llegarse a la conclusión de que no tienen ningún efecto sobre la salud, ni positivo ni negativo. Pero para ello es necesario que sea posible evaluar sus efectos a través de la investigación científica. Muchos de los estudios que ya se han llevado a cabo al respecto, reflejan el efecto beneficioso que puede ser físico, emocional o de ambas índoles.

Todas aquellas prácticas y disciplinas que puedan permitir la reducción del estrés, la ansiedad, que ayuden a combatir la depresión y a fomentar el ánimo y el pensamiento positivo, la felicidad y el optimismo a todos los niveles, no pueden en ningún caso considerarse peligrosos para la salud. Todo lo contrario, pueden ser enormemente positivas, y deberían ser potenciados por los Estados, de acuerdo con las directrices de la OMS.

Por lo tanto, no existe ningún tipo de alerta sanitaria asociada al uso de las MTC como sus detractores pretenden hacer creer. Las alertas sanitarias son competencia de las instituciones sanitarias con capacidad y atribuciones para ello –como la Organización Mundial de la salud (OMS), a nivel internacional, y el Ministerio de Sanidad de cada país- y no de una asociación o un colectivo que se inviste a si mismo de conocimientos y prerrogativas totalmente ajenos a su realidad y condición. Es más, efectuar este tipo de afirmaciones puede constituir un delito penal de “Usurpación de funciones públicas”, como determina el artículo 402 del Código Penal.

Otro argumento típico de estos grupos es que los pacientes que recurren a ellas abandonan sus tratamientos convencionales y por ellos constituyen un peligro para la salud. Esta es una conjetura falsa y carente de cualquier base científica. Por ejemplo, si se revisan los artículos de investigación que analizan las causas por las que algunos enfermos de cáncer rechazan recibir quimioterapia adyuvante, se constata que entre ellas no figura en ningún caso el haber elegido otra terapia o tratamiento alternativo, siendo la primera causa del abandono la preocupación por la toxicidad del tratamiento.

Los detractores de las MTC suelen también cargar fuertemente contra la Fitoterapia, el uso de productos de origen vegetal para la prevención, la curación o el alivio de una amplia variedad de síntomas y enfermedades. Es absurdo negar existencia de las plantas medicinales, puesto que muchos de los principios activos de los fármacos se extraen de estas plantas. Negar el efecto terapéutico de las plantas medicinales es sencillamente negar el efecto terapéutico de la farmacología, ya que segunda se sustenta sobre la primera.

Respecto los medicamentos homeopáticos, otro de los caballos de batalla de los naturófobos, siguen las misma reglamentación que cualquier otro medicamento. Los que tengan dudas sobre su efecto terapéutico, deben dirigirse al organismo que regula su uso y comercialización, que en España es la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), que sigue los mismos criterios que las demás Agencias de países europeos, en vez de difamar y calumniar a los médicos homeópatas. Citando al Dr. Gualberto Díaz, médico y especialista en Medicina Familiar y Comunitaria y Especialista Universitario en homeopatía clínica, “las bases científicas de la homeopatía lo son porque se discuten por científicos y en los foros científicos (universidades y revistas científicas), y si se discuten es porque son científicas: precisamente cuando no hay discusión, es cuando se habla de dogmas o creencias”.

Los detractores de las MTC también cargan contra cualquier tipo de terapia psicoemocional. Su argumentación gira en torno a que no hay evidencias científicas de las relaciones entre los trastornos psicológicos y las enfermedades físicas, lo cual es rotundamente falso.

En la actualidad, existen innumerables evidencias científicas de que los trastornos psicológicos y emocionales, incluyendo el estrés y la depresión, tienen un efecto en la salud y en el riesgo de desarrollar diversas enfermedades físicas. De hecho, existen dos áreas dentro de la medicina -la Psiconeuroinmunoendocrinología y la Medicina Psicosomática (o “medicina mente/cuerpo”)- que se dedican a estudiar las relaciones entre la psique y el cuerpo y sus efectos en la salud. Existen numerosas revistas científicas en esta área; y se publican miles de artículos científicos cada año. Según el Dr. Jorge Santiago, director del Instituto Peruano de Psiconeuroinmunología y Medicina Mente-Cuerpo, esta consiste en “la aplicación basada en evidencia científica de las diversas Terapias Mente-Cuerpo estructuradas en programas de intervención; y tiene como objetivo la reducción de las consecuencias fisiopatológicas del estrés en el organismo”.

Existen muchos profesionales de la salud que están realizando aportaciones en este sentido, como el Dr. Pere Gascón, uno de los máximos exponentes internacionales en la investigación que vincula el sistema nervioso –las neuronas, el cerebro- y el cáncer, evidenciando que el estrés emocional crónico puede iniciar el proceso de un cáncer. Igualmente, puede mencionarse al Dr. Juan Carlos Durán, cirujano vascular y director de la Unidad de Medicina Integrativa del Hospitales Gran Canaria, donde aplican diferentes programas de intervención en sus pacientes aplicando diferentes técnicas de relajación y reducción de estrés basándose en los conocimientos de Psiconeuroinmunoendocrinología y Medicina Psicosomática.

Por último, también se atreven a cargar contra aquellos conferenciantes que se centran en al crecimiento personal, el coaching, el desarrollo consciencial o la espiritualidad, tengan o no algún vínculo con la salud. Y lo hacen, como en los otros casos, con una argumentación infundada, ofensiva y calumniosa y con una completa falta de respeto, utilizando de nuevo el nombre de la “Ciencia”. Por supuesto que las experiencias personales, las ideas existenciales y las creencias espirituales no pueden catalogarse como Ciencia. Pero esto no las convierte en pseudociencias, ni justifican en modo alguno su persecución.

Entramos en el terreno de la filosofía, la espiritualidad, el existencialismo, la auto-transformación… Estamos en el siglo XXI, no en la Edad Media. ¿Cómo osan boicotear la realización de charlas y encuentros sobre todas las temáticas porque no concuerdan con su ideario? Esto es propio de mentalidades enfermizas y egocéntricas. Y ante ello, hay que volver a recordar lo ya expresado en torno a los Derechos Fundamentales que a todos nos asisten.

Desde luego, la obligación de los Estados en preservar estos derechos y evitar que sean vulnerados. El derecho a la libertad ideológica y religiosa está reconocido en el artículo 16 de la Constitución Española. La igualdad ante la Ley, que preconiza el artículo 14, veta también cualquier discriminación por razón de religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Para garantizar todo ello, se penalizan estas conductas en la sección 2ª del Capítulo IV del Título XXI del Código Penal de 1995, que abarca los artículos 522 a 526. Y los delitos de injurias y el delito de calumnias, se enmarcan dentro de los llamados delitos contra el honor, estando regulados por el Título XI del actual Código Penal Español.

Por todo esto, hacemos un llamamiento a las Instituciones públicas de todos los niveles territoriales del Estado, a las Entidades y fundaciones privadas, a los Colegios Profesionales y a los medios de comunicación para que no se dejen manipular por esta nueva forma de inquisición.

Reclamamos un poco de cordura, prudencia y sensatez tanto a políticos como a periodistas, que son los receptores principales de la infamia. Qué no se dejen engañar; que el deseo de sacar ventaja sobre su adversario político, el de vender más periódicos o el de tener más audiencia no les nuble el entendimiento y la consciencia y les haga ser injustos. Perderán su credibilidad a los ojos de la gente sensata y harán mucho daño a gente inocente que no se lo merece.

Y extendemos este llamamiento a las miles y miles de personas que conocen y reconocen a las personas que están siendo objeto de esta campaña de acoso para que también hagan oír su voz antes las instancias públicas y privadas y reclamen como propio el derecho a no comulgar con los postulados reduccionistas de los que pretenden imponer un pensamiento único que, lejos de atender al interés general, solo conviene a sus intereses comerciales y de negocio.

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