El esfuerzo sereno

Incluso en la aplicación del esfuerzo hay que ser equilibrado

Los extremos son las trampas. Huye de las emboscadas que representan. Hay un camino de sabiduría y sosiego entre los extremos. Si te extremas, te desequilibras; si te desequilibras, te desarmonizas; si te desarmonizas, enfermas.

Están…

Los que no hacen ningún esfuerzo y se dejan ganar por la apatía, la indecisión, la duda escéptica o sistemática, la falta de confianza, la indolencia y la dejadez.

Quienes despliegan un esfuerzo excesivo y se consumen, queman sus energías, se embrutecen.

Los que de repente hacen grandes esfuerzos esporádicos, guiados por infantiles expectativas, entusiasmados al principio, para enseguida caer en el desencanto y abandonar el esfuerzo.

Aquéllos que súbitamente emprenden períodos de gran esfuerzo y otros en los que no se esfuerzan nada en absoluto, o sea, que sus esfuerzos son esporádicos.

El esfuerzo sereno

Pero están los que son como la nieve, que posándose momento tras momento sobre la rama de un árbol terminan por quebrarla. Es el esfuerzo correcto, asiduo, mantenido, pero no excesivo. Es el esfuerzo no compulsivo, sino sereno.

Ése es también el esfuerzo que exige el hatha-yoga en la ejecución de los asanas o posturas corporales: un esfuerzo sabiamente aplicado, mantenido, pero no excesivo.

Este tipo de esfuerzo racional y consistente nos permitirá cultivar el desapego, la visión correcta, la ecuanimidad inquebrantable, la compasión, la óptima relación con nosotros y con los demás, el establecimiento de la atención consciente, la autovigilancia, el control del ego y el autoconocimiento.

Cooperará en el dominio del pensamiento y la purificación del discernimiento, el comportamiento noble, la palabra correcta, la superación y transformación de emociones insanas.

Mediante un esfuerzo tal trataremos de imponernos a la mente, porque «la mente, en verdad, es el mundo; debemos purificarla enérgicamente. Asumimos la forma de lo que hay en nuestra mente: éste es el eterno secreto».

Ramiro Calle

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